Bernd Springer, Das selige Tal des Rheins und die goldene Sonne der Kindheit

Acaba de publicarse (marzo 2009) la primera parte de la trilogia Schwarz Rot Gold, de Bernd Springer, que novela una parte de la historia de Alemania. Su título: Das selige Tal des Rheins und die goldene Sonne der Kindheit, Ed. Bernd F.W. Springer, Barcelona, 2009.

Para hacer boca:

"[...] Man sucht sich die Geschichten, mit denen man aufwächst, nicht aus. Nicht die Vergangenheit, nicht das Volk. Mag sein, dass mir andere Erzählungen und eine andere Geschichte lieber gewesen wären. Aber das hier ist die meiner Vorfahren. Sie lebten am Rhein, in einer Stadt, die später vom Krieg dem Erdboden gleichgemacht wurde. Danach baute man sie eilig und nicht immer schön wieder auf, alles sollte nun "modern" werden. Ein Neuanfang musste her, der das Vergangene vergessen ließ. Aber noch gibt es einen dünnen Faden, der uns mit den untergegangenen Städten und ihren Menschen verbindet. Ich halte ihn fest und rolle ihn auf - mit Hilfe der Aufzeichnungen des alten Fresleve, jenes Reiters der einst die Nachricht und damit das Signal der Revolution über den Rhein gebracht hatte.
[...]"

Traducción de algunos párrafos (por Anna Rossell):

Reflexiones acerca del recuerdo, de la vida y de la existencia de Dios en el diálogo que mantiene el sastre Fläsch, a quien la vida ha tratado mal y ahoga sus penas en el vino, y el padre Ildefonso. La acción transcurre en los años veinte del s. XIX:

- "¿Qué es más grave: ser prisionero de un recuerdo terrible o no tener recuerdo alguno?"
-"Lo primero es una enfermedad, lo segundo una carencia anímico-espiritual que también hace enfermar", observó el padre Ildefonso
[...]
"Quiero decir que en uno de los casos estamos ante una forma de posesión. Quien está poseído por su recuerdo no puede encontrar el equilibrio anímico y quien no tiene ningún recuerdo vive en una situación de unidimensionalidad que... [...] Una unidimensionalidad incapaz de conectar la propia existencia con el tiempo y con el espacio y por ello no puede encontrar el sentido. Y la existecia sin sentido", y en este momento levantó la voz, "hace enfermar, pues el ser humano, a diferencia del animal, es una criatura que busca un sentido a su vida. Y buscar sentido significa buscar la razón de nuestra existencia y éste es el camino hacia Dios."
A más tardar, cuando el cura empezaba a hablar de Dios, alguien acostumbraba a cambiar de tema, pero en esta ocasión Fläsch se le anticipó:
-"¡Pues éste es un camino jodidamente largo, jodidamente largo! Cada vez que abro una botella me pregunto si tiene algún sentido seguir dándole vueltas a esta mierda de vida y llego a la conclusión: mala suerte, se torció. Lo pasado pasado está y no hay por qué que valga. Pero si de veras algún Dios hubiera tenido algo que ver con ella me gustaría presentarme delante de ese bastardo para mirarle fíjamente a los ojos y preguntarle: ¿Por qué has permitido que pasara todo esto?"
Al pronunciar la palabra 'bastardo' se oyó un murmullo entre la concurrencia y la madre de Hennes se levantó, volvió el crucifijo de cara a la pared y dijo:
-"Esperemos que él no lo haya oído, de lo contrario puedes tirarte una eternidad llamando a San Pedro a la puerta del cielo y nosotros tendremos que pasar años y años haciendo decir misas por ti, como si lo viera, ¡como si no tuviéramos nada más que hacer!"

(pp. 128-129)

***
Diálogo que sostienen tres niños amigos, Hennes -el protagonista-, Andrés y Luis, de diez años de edad. La acción transcurre en este momento en los años veinte del s. XIX, la región geográfica es la del Bajo Rhin:

"¿Qué creéis que tiene más poder destructor: un ejército de cien mil soldados o un grupo armado de sólo cincuenta mil hombres que defienden su hacienda sin recibir ninguna paga?
"[...]"
"Yo creo que los campesinos que luchan por defender lo que es suyo, éstos son más fuertes que los soldados que luchan por una causa ajena."
"Yo también lo creo"
"¿Y quién creéis que cuida mejor de su hijo, una madre que tiene cinco y se ocupa de las tareas de la casa o un aya que cuida al niño por dinero?"
"La madre, ¿no?"
"¿Por qué?"
"Porque quiere a su hijo"
"Oye", Luis empezaba a ponerse nervioso, "¿A qué vienen tantas preguntas? ¿Es un juego?"
"No lo sé. Os pregunto lo mismo que nos ha preguntado hoy el padre Gregorio y me gustaría saber si llegáis a la misma conclusión."
"Tú y tu eterno padre Gregorio. ¿Y qué conclusión es esa?"
"Ni yo mismo lo sé con seguridad. Ten un poco de paciencia", le pidió Hennes. Puso cara de concentración y prosiguió:
"¿Qué es más potente: un tunel de cincuenta metros muy oscuro o un candelabro de cinco brazos que ponemos en medio de ese tunel?"
"El candelabro, porque su luz ilumina el tunel"
"¿Y qué es más provechoso: cien hectáreas de tierra sin cultivar o cinco ínfimos granos de simiente que crecen en la tierra y dan fruto?"
"¡Ah, esto suena a Biblia! Ahora lo entiendo", observó Luis.
"Pues sí, ¡y qué!"
"¿Cómo que y qué? ¿Es que quieres darnos clase de religión? Desde que vas a colegio de curas..." "¿Qué?"
"Nada"
Luis prefirió no terminar la frase. Andrés, que además del catecismo debía aprender la Tora y la Cábala, había permanecido en silencio todo el tiempo y esperaba.
"¿No te interesa la pregunta de cuántos hombres necesitas para salvar del peligro a tu familia o a tu país?"
"¿Y esto qué tiene que ver con la Biblia?"
"Las preguntas que os he planteado nos las ha hecho hoy por la mañana el padre Gregorio y después nos ha hecho leer un párrafo del Evangelio de San Mateo. Allí hay una frase que hemos tenido que interpretar en lo que quedaba de hora: 'Vosotros sois la sal de la tierra.' He olvidado lo que seguía y también todo lo que el padre Gregorio nos ha preguntado a continuación..."
"... con sus triquiñuelas de jesuita..."
"... para ayudarnos a interpretarla. Bueno, al menos al final se me encendió la luz..."
"¡Caramba, caramba! Nuestro amiguito tuvo una visión."
"... una intuición, si lo prefieres, y después se esfumó. Una idea que hubiera podido retener de no ser porque justo en este momento un compañero me dio con el codo para pedirme un lápiz. Pero estoy a punto de volver a acordarme, y también tiene que ver con vosotros.
"¿De qué iba?"
"¡Venga, suéltalo ya!"
"¿"No tenéis vosotros a veces también la sensación de que debería venir alguien con una escoba enorme para barrer de una vez por todas toda la porquería que hay en este país? Los funcionarios corruptos, la pobreza, las enfermedades, el hambre, los barrigudos lameculos y lacayos, los obispos y arzobispos y [...]?"
"Pues sí, a veces también yo lo desearía. Pero, bien mirado, me basta con que nos dejen en paz."
"¿Y tú, Andrés?"
"A veces pienso que el mundo está ya tan podrido que lo mejor sería que lo volvieran a crear."
"¿Y no crees que puede salvarse alguna cosa?" insistió Hennes.
"Por una parte sí, por otra pienso que no tenemos la oportunidad de cambiar nada."
"¿Por qué?"
"Porque nosotros no somos muchos."
"¿Qué quieres decir?"
"Que no somos suficientes los que lo vemos así"
"¿Cuántos crees que deberíamos ser?", siguió preguntando Hennes.
"¡Cientos! ¡Qué digo cientos! ¡Miles! ¡Cientos de miles! ¡Muchos cientos de miles!
"Esto mismo pensaba yo, y por esto no hacemos nada y las cosas siguen como están. Y creo que ésta es la cuestión sobre la que he tenido aquella idea."
"¿Qué idea?"
"¿Cuántos hombres necesitas para salvar a tu país?"
"Todo el pueblo, o al menos, la mayoría."
"Entonces puedes esperar sentado."
"Pues como mínimo un ejército para conseguir el poder y hacer limpieza."
"Estás equivocado. Para salvar a tu país sólo necesitas un puñado de hombres. ¡Pero deben ser los mejores!"
Luis y Andrés miraron fijamente a Hennes.
"¿Qué quieres decir?"
"No lo sé aún. Sólo que hoy he tenido la intuición de que todo el tiempo había estado equivocado. No tienes que esperar a un redentor con un enorme ejército. Únicamente necesitas un puñado de hombres. Pero deben ser los mejores. Esto es lo importante."
"¿Y quiénes son los mejores?"
"Los que no quieren nada para sí."
De nuevo se quedaron mirándolo.
¿Y crees que existe gente así?"
"[Antes] cuando hemos sacado a María del hielo ¿por quién lo hemos hecho? ¿Por nosotros?
"No, claro que no."
"Aunque pudiera decirse que tú lo has hecho porque es tu hermana."
"Pero no es la tuya, y a pesar de ello tú no has dudado ni un segundo. ¿Y no te has sentido bien haciéndolo?
"Sí, por supuesto."
"¿Y lo has hecho sólo para sentirte bien?"
"No, no he pensado en esto en aquel momento."
"Pero no es lo mismo", objetó Luis, "cuando salvas a un país tienes que ponerte a su cabeza y, si te sale bien, te conviertes en su rey y entonces tienes una corona y una corte y al final te has convertido en lo mismo que ellos."
"Claro, porque lo importante es que no debes querer nada para ti."
"¿Como Napoleón, por ejemplo? También él empezó como salvador de Francia y al final convirtió la revolución en una monarquía. El poder lo pervirtió."
"Porque interiormente uno debe seguir siendo monje o soldado".
"Pero él era soldado."
"Seguramente éste era el problema, que pensaba más en la conquista de países ajenos que en la salvación de Francia."
"Yo creo que no está bien querer el poder para sentirse poderoso; en todo caso habría que quererlo para poner en práctica lo correcto", dijo Andrés.
"Pero entonces lo pierdes en seguida", añadió Luis.
"Seguramente ahí está la respuesta. Consigues el poder, pones en práctica lo que es bueno para tu país y luego abdicas."
"Y entonces suben de nuevo al poder los poderosos de antes y lo desmontan todo."
"No sé, no sé, siempre que pienso en estas cosas me da vértigo. Pero no hacer nada tampoco es ninguna solución, ¿no?"
"Mi padre dice siempre: el mundo sigue su camino y la vieja tierra no para de dar vueltas sobre sí misma, con nuestra intervención o sin ella, y dice que los budistas son los únicos que han comprendido que lo mejor que podemos hacer es integrarnos en la armonía de la naturaleza y dejar de intentar cambiar el mundo."
"¿Y esto no es inmoral?"
"¿Es que quizá es más moral enviar a cien mil seres humanos a la guillotina para conseguir una revolución que uno de sus generales al final convertirá de nuevo en una monarquía?"
Aquella tarde no consiguieron resolver las grandes cuestiones que ocupan a la humanidad, pero era la primera vez que que las intuían, y como fueron más las preguntas que plantearon que las respuestas que supieron darles nació en ellos una nueva inquietud, una especie de inquietud que no habían conocido hasta entonces.

(pp. 190-195)

Bernd Springer es profesor de lengua, literatura y cultura alemanas en el Departamento de Filología Inglesa y Germanística de la Facultad de Letras de la Universidad Autónoma de Barcelona.