Elfriede Jelinek, Bambilandia

EL VALOR DE LO IRREVERENTE

Elfriede Jelinek, Bambilandia
Trad. de Claudia Baricco. Destino. Barcelona, 2006. 218 págs.

Anna Rossell

Desde luego Elfriede Jelinek (Mürzzuschlag, Austria, 1946) ha aprovechado bien la tradición filosófica y literaria de calibre universal de su entorno inmediato. Wittgestein y Kraus impulsan una reflexión sobre el lenguaje que los autores de la Escuela de Viena en los años cincuenta y sesenta del siglo XX se encargan de llevar a la práctica con finalidades muy concretas: provocar con la innovación formal para cuestionar la cultura establecida, evitar la habituación y acabar con la receptividad inconsciente del lector u oyente. Ya en sus inicios como escritora, Jelinek manifiesta claramente su adscripción y nunca abandonará la tendencia iconoclasta de aquellas vanguardias literarias, su gusto por el montaje, por lo grotesco y lo macabro, su gesto irreverente y trasgresor.
Los primeros textos de Jelinek se forjaron en esta fragua y en su andadura ha desarrollado estas consignas estéticas hasta darles el sello personal que la hizo merecedora del Nobel de Literatura 2004 “por el flujo musical de voces y contravoces en sus novelas y obras de teatro”. Y es que la autora pone al servicio de su escritura su formación musical, trabaja con los ritmos, la cacofonía, la aliteración, el retruécano y la paronimia, y provoca con las palabras asociaciones inmediatas sorprendentes que producen un efecto similar al distanciamiento de Brecht. Todo podría quedar en un mero entretenimiento para virtuosos si no fuera porque Jelinek busca sus temas en lo injusto, lo ingrato, lo hipócrita y lo obsceno y le llama al pan, pan, y al vino, vino. Es una pluma independiente, por más que muchos pretendan lo contrario, y apunta con su artillería formal al día a día de la obscenidad social y política, al tiempo que pone de manifiesto el poder manipulador del lenguaje y, en la obra que nos ocupa, no sólo del lenguaje de las palabras, sino también de las imágenes.
Bambilandia. Babel reúne en un volumen dos textos de corte teatral, dedicados sin ningún pudor a los hechos más impúdicos del momento: la segunda guerra de Irak, que el intrincado trabajo literario de Jelinek trasciende y convierte en un alegato universal contra la guerra. La autora parte de la profunda convicción de que existe una íntima conexión entre cultura patriarcal y violencia y que de este mal básico se deriva casi todo lo demás. Pero la autora no cae en el maniqueísmo de presentar al género femenino como víctima y eximirlo de culpa, ahí está la vida para demostrar que también la tiene. El texto de Jelinek incorpora y reelabora muchos ingredientes esenciales de nuestra cultura: episodios de la mitología clásica, cristiana, judía y musulmana; lo que a primera vista -por el registro cotidiano del lenguaje y la acumulación atropellada de frases- pudiera parecer producto de la improvisación es en realidad un trabajo muy elaborado de verdadera intertextualidad e interculturalidad, en el que Nietzsche convive con Jörg Heider y Matthias Claudius.
Partiendo de Los Persas de Esquilo y haciéndose eco de su patetismo, Jelinek conecta las guerras Médicas con la de Irak, desenmascara los sucios intereses que la impulsaron, desmonta los argumentos de Bush, Rumsfeld y Cheney y subraya su conexión con la empresa Global Crossing o el consorcio Halliburton, arremete contra la tortura y afirma que los medios de comunicación hacen del mundo un circo, también de la guerra, de la tortura y del sufrimiento, y contribuyen a una educación sentimental kitsch e inmoral, que conduce nuestro pensamiento y nuestros deseos más íntimos. Ella lo demuestra continuamente con su trabajo lingüístico de libre asociación, que es la prueba más fehaciente de que la asociación no es libre. Jelinek levanta ampollas, y es que “se limita” a sostener un espejo delante del monstruo. Lo dice ella en la introducción: “Vaya mi agradecimiento a Esquilo y a Los Persas [...]. Si es por mí también pueden agregar una pizca de Nietzsche. Pero el resto tampoco es mío. Es de los malos padres. Es de los medios.” Una pluma de las que hacen falta, que a mi modo de ver peca sólo de iteración. Habida cuenta la dificultad que la traducción entraña es de lamentar que la editorial haya “corregido”, por cacofonía, el ingente esfuerzo de la traductora argentina, cuya versión a pesar de ello sigue siendo encomiable, fiel sobre todo al espíritu de Jelinek, que ha estudiado a profundidad, enriquecida además por un utilísimo aparato crítico.

(Publicado en: Quimera. Revista de Literatura, también en Contemporary Horizon Magazine -CHM- nº 1, January-February 2010: http://contemporaryhorizon.blogspot.com/2010/02/contemporary-horizon-magazine-issue-no_5228.html)

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