Erich Hackl, Adiós a Sidonie (por Anna Rossell)
Erich Hackl, Adiós a Sidonie (por Anna Rossell)
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CUANDO LA HISTORIA ES LITERATURA
ERICH HACKL, Adiós a Sidonie, Traducción de Richard Gross y María Esperanza Romero, Pre-Textos, Valencia, 2002, 119 pp.
Anna Rossell
Si la alta literatura se nutre directa y exclusivamente de las fuentes de la vida, el arte no se agota en la buena pluma que sabe verter fielmente sobre el papel los acontecimientos; para narrar hay que tener en este caso, además, una especial cualidad de observación, un oído atento capaz de detectar los relatos o las anécdotas significativas que han quedado elípticas en una fotografía familiar o que se esconden tras este o aquel detalle en un comentario escuchado al paso en cualquier situación cotidiana. Si además se une a estas cualidades la motivación que dirige la mirada de un autor precisamente hacia aquellos hechos históricos que han marcado trágica y definitivamente en el siglo veinte la vida de la gente honrada y sencilla, entonces el escritor en cuestión es a la vez literato e historiador, artista y sabio. Erich Hackl, nacido en 1954 en Steyr (Austria), es una muestra ejemplar de esta híbrida genialidad. Buen conocedor de la historia y la literatura de Alemania y España –estudió filología alemana y románica en Viena, Salzburgo y Málaga-, es especialmente sensible a los acontecimientos en torno a las cercanas dictaduras del recién acabado siglo. Sus narraciones son de la más pura extracción histórica; sus protagonistas, las víctimas olvidadas. Hackl rescata para la memoria aquellos momentos oscuros del pasado inmediato que han caído en el olvido interesado o no gozan suficientemente del recuerdo que merecen. Erich Hackl, que cultiva especialmente el relato corto, se adscribe con firmeza a una literatura comprometida que, conscientemente ajena a las modas y a fáciles tendencias de última hora, conoce el eterno valor de lo que es objetivamente necesario con independencia del número de voces que reclamen esta necesidad. Sus temas, casi siempre biografías reales situadas en los momentos más crueles de nuestra historia más reciente, son verdaderas crónicas políticas. Y sin embargo las narraciones de Hackl nada tienen que ver con la aridez que sugiere esta etiqueta. No es que se nos ofrezca el retrato de una época a través de los avatares de las vidas que Hackl nos narra, sino al revés: son las biografías de sus personajes las que transportan ineludible y dolorosamente la marca de su tiempo a pesar suyo. Las historias de Hackl se leen con la participación emocional y el interés que sólo suscita el relato de lo verdaderamente auténtico, de lo que nos concierne y nos implica. El recorrido vital de los héroes y heroínas de Erich Hackl, que transcurre en la geografía del horror y el sufrimiento, es la narración de una historia personal que, marcada profundamente por el signo de los tiempos, es a su vez la historia de otros tantos derrotados, de otras tantas víctimas. Pero Hackl no ejerce la denuncia dogmática; las vidas que narra no lo necesitan, son por sí mismas el testimonio más fehaciente: Aurora Rodríguez, la anarquista española que en su anhelo de emancipación choca con las convenciones sociales y busca en su hija la realización de su sueño de un mundo mejor (Auroras Anlaß, 1987); Sara, la madre que tras la caída de la dictadura en Uruguay y después de haber sufrido persecución, encarcelamiento y tortura, emprende la búsqueda desesperada y perseverante del hijo que le arrebataron (Sara und Simón. Eine endlose Geschichte, 1995, publicado en España por Galaxia Gutenberg); Herminia, la española que durante la guerra civil se enamora del brigadista austríaco Karl (Entwurf einer Liebe auf den ersten Blick, 1999) o Marga Ferrer y Rudi Friemel, la pareja cuyo amor se verá constantemente impedido por los acontecimientos políticos y que contraerá matrimonio en el campo de exterminio de Auschwitz, donde Rudi está interno y donde se permite a Marga la breve estancia de un día y una noche (Die Hochzeit von Auschwitz. Eine Begebenheit, 2002), todos ellos son un documento del dolor y la desesperación de hombres, mujeres y niños en los tiempos más negros del siglo veinte. Hackl trabaja básicamente a partir de una técnica narrativa que no fabula a partir de la realidad, sino que presta simplemente su pluma a hechos reales. Adiós a Sidonie (Abschied von Sidonie. Erzählung, Diogenes, 1989), recientemente publicada en España por la editorial Pre-Textos, es quizá uno de los ejemplos más genuinos de este modo de trabajar literariamente la realidad: Erich Hackl nos narra en este relato corto la vida de la niña gitana Sidonie Adlersburg que, venida al mundo en 1933 en la región de Steyr, es abandonada recién nacida a las puertas del hospital de esta pequeña localidad con una nota que reza “Busco padres”. En el año nefasto de 1933 empieza la vida de esta criatura ensombrecida por la amenaza de un trágico final que hubiera podido ser evitado. Esta pequeña población –también ciudad natal del autor- será el escenario donde, en la actuación de personas e instituciones, se refleje la historia de Austria desde la subida de Hitler al poder en Alemania hasta 1947, dos años después del final de la guerra: El Departamento de Protección de Menores de Steyr se hace cargo de la tutoría de la pequeña y se ocupa de indagar la identidad de los padres biológicos sin conseguirlo. En la región la pobreza se ha hecho extrema, el paro es elevado y muchos niños mueren por desnutrición. La madre de Sidonie llama dos veces por teléfono anunciando que irá a recogerla cuando haya mejorado su situación. Pero esto no sucede. Es entonces cuando las autoridades buscan una familia que se haga cargo de la niña. La buena disposición de Amalia Dorflinger se ve frustrada cuando su marido la echa de casa por racismo y ella se ve ante una alternativa radical. Finalmente será la familia Breirather la que se responsabilizará de la enfermiza Sidonie, la acogerá en el seno familiar y la tratará como a una hija. También el hijo biológico de la pareja, Manfred, ve en la pequeña a una hermana. Los Breirather son gente trabajadora, social y políticamente comprometida. Hans Breirather, que ha conocido directamente la Primera Guerra Mundial, es un socialdemócrata convencido y miembro activo del partido. Cuando el canciller Dollfuß instaura una dictadura y la revuelta obrera de febrero de 1934 es sofocada, cae sobre Hans una condena de dieciocho meses de prisión, de los que cumplirá cinco. Su mujer, Josefa, tendrá que sufrir humillaciones y burlas por parte de algunos vecinos y el cura presionará a la pareja para que legalice una unión que no había recibido la bendición de la Iglesia. Hans y Josefa se ven obligados a casarse y la ceremonia se celebra en la prisión. Cuando Hans regresa a casa, Josefa Breirather ha acogido a otra niña, Hilde que se educará y crecerá junto a los otros dos hermanos. El cambio progresivamente más amenazador en los acontecimientos políticos y sociales se ve gradual y sensiblemente reflejado en la actitud y la actuación de los individuos que, por convicción, oportunismo o llevados por la diligencia y el fervor que anima un falso sentido del cumplimiento del deber y del servicio a la patria, se ponen a disposición del poder y contribuyen, activamente o por omisión, a la deportación y la muerte de Sidonie: Entretanto se ha puesto en marcha la Central Internacional para la Lucha contra la Gitanidad y se obliga a los gitanos a concentrarse mientras crecen las denuncias y las agresiones. El Departamento de Protección del Menor, en su intento de librarse de la carga económica que le supone la tutoría de la niña, persevera en la busca de los padres biológicos de Sidonie utilizando para ello las nuevas instituciones nacionalsocialistas y desoyendo una y otra vez los repetidos ruegos de la familia de acogida, incluso cuando ésta se muestra dispuesta a renunciar a la subvención que recibe para su manutención. Todos los que hubieran podido influir de algún modo en la adopción definitiva de la pequeña por parte de los Breirather: la señora Korn, directora del Departamento del Menor; Cäcilia Grimm, la asistenta social; el alcalde, la maestra y el director de la escuela o el campesino que rechaza la petición de Hans de que esconda a la niña en su casa, contribuyen a la entrega de Sidonie a sus familia biológica ante la impotencia y la desesperación de Hans y Josefa Breirather. La deportación no se hace esperar. Sidonie muere en Auschwitz no de tifus, según la información oficial que recibe Hans Breirather una vez acabada la guerra, sino de inanición: se deja morir de tristeza, como informa al narrador en 1988 el hermano biológico de Sidonie, Joseph Adlersburg, que ha sobrevivido a los horrores de Auschwitz. La historia que narra Hackl no termina con la muerte de Sidonie, sino que muestra aún el desarrollo de los acontecimientos después de la guerra, concluido el proceso de desnacificación y restablecida la democracia: Hans Breirather, que por su pasado impecable está fuera de toda sospecha y es nombrado alcalde de Sierning, depone su cargo cuando se ve obligado a elegir entre éste y su adscripción política. El único que se disculpa por su comportamiento es el cura. Los esfuerzos de la familia Breirather por conseguir en Sierning una placa conmemorativa de aquellos sucesos resultan vanos. Hans Breirather muere en 1980 y Josefa nueve años más tarde sin haberse recuperado nunca de aquella pérdida. Con todo, a pesar del dramatismo de los acontecimientos narrados, la violencia nunca está presente directamente y más bien predomina la ternura, o la angustia en los momentos más amenazadores. Hackl hace gala de excepcional maestría cuando convierte la historia en literatura sin aludir en ningún momento directamente a consignas, agrupaciones ni partidos políticos más que lo estrictamente necesario cuando la biografía de uno de sus personajes reclama este dato. Y aun así Hackel es un verdadero historiador que se atiene fielmente a sus fuentes y prefiere dejar sólo apuntado lo que no considera lícito fabular cuando los datos de que dispone no se lo permiten. Hackl ejerce de cronista objetivo. Sólo al final, interviniendo ahora sí personalmente en el relato, el autor dedica las últimas páginas a fantasear sobre cómo hubiera terminado esta historia si la actuación de sus protagonistas hubiese sido otra. Pero no hay reproche en esta reflexión, sino la firme convicción de que el final de otra Sidonie puede ser muy distinto en el futuro porque quien escribe confía en el ser humano y en la solidaridad. Y, de hecho, tampoco esta versión imaginada es en realidad tan fantástica, pues no lejos de Steyr, en Pölfing-Brunn, otra niña gitana, Margit, cuya vida transcurrió paralela a la de Sidonie, tiene ahora 55 años gracias al comportamiento solidario de sus vecinos.Este relato corto de Erich Hackl viene a llenar el vacío de aquella placa conmemorativa ausente, restituye el recuerdo de Sidonie y de la persecución y el genocidio racista del nacionalsocialismo contra los gitanos que la comunidad de Sierning le ha negado, constituye un monumento a las víctimas olvidadas. Pero el mérito de Hackl no se agota aquí; su método de trabajo es el del investigador de campo que recupera para la memoria colectiva una historia no escrita que está a punto de perderse. A través de conversaciones, fotografías, cartas familiares, de amigos o allegados y de la consulta de archivos reúne la valiosa información que convertirá después en crónica. Porque Hackl narra en el más puro estilo del cronista y, distanciándose de la reciente literatura austríaca más aclamada, se reconoce, en el talante insobornable de su narrativa, agradecido discípulo de Anna Seghers, Bertolt Brecht y Heinrich von Kleist cuyo sensible, preciso y elegante laconismo sabe guardar magistralmente la distancia objetiva hacia los hechos que describe (La marquesa de O., Michael Kohlhaas) sin que por ello adolezca de participación emocional y que tanto recuerda el lenguaje que Hackl ha acuñado como suyo. Este esforzado y valioso método de trabajo del autor austríaco tiene una doble compensación en tanto que, en el caso de Adiós a Sidonie, ha permitido a la editorial suiza Diogenes publicar otro libro paralelo de materiales (Abschied von Sidonie von Erich Hackl. Materialien zu einem Buch und seiner Geschichte, edición a cargo de Ursula Baumhauer, Zürich, 2000) que, al recoger todas las actas oficiales que hacen referencia al seguimiento de la tutela pública de Sidonie Adlersburg, acerca al lector interesado o al estudioso a la realidad burocrática austríaca del nacionalsocialismo de los años anteriores a 1938 y permite el acceso a las informaciones y los datos recabados como materia prima para reconstruir la crónica. Así este libro constituye otro documento, no literario, de la historia de la marginación, la persecución y el asesinato masivo de los gitanos en los años de dominio nacionalsocialista.Además de la narrativa Hackl cultiva el ensayo periodístico, es autor de guiones de obras de teatro radiofónico, guiones de películas –entre ellas Adiós a Sidonie, 1991, dirigida por Karin Brandauer y que precedió a su relato- y es traductor literario del español al alemán. Es además editor y compilador de otros textos relacionados con la historia y la literatura sudamericana y española, entre ellos Geschichten aus der Geschichte des Spanischen Bürgerkriegs. Erzählungen und Berichte deutschsprachiger Autoren (Historias de la historia de la guerra civil española. Narraciones e informes de autores alemanoparlantes), editado por Luchterhand. Erich Hackl ha obtenido merecido reconocimiento a través de numerosos premios, algunos de ellos otorgados al conjunto de su obra, lo cual es especialmente meritorio si se tiene en cuenta la edad del autor. Los lectores españoles merecen gozar de los libros de Hackel no sólo por la alta calidad de su literatura, sino también por la estrecha relación personal y emocional que une al autor con España donde vivió tres años y ejerció docencia en la Universidad Complutense. Hay que agradecer a la editorial Pre-Textos que nos brinde esta oportunidad, tanto más cuanto que la calidad de la traducción de Richard Gross y María Esperanza Romero es difícilmente superable.
(En: Quimera. Revista de Literatura)
Publicado por Anna Rossell en 13:57
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