TRANSMITIR LA HISTORIA

  • Portada de "El llibre d'Emma"

Marie-Célie Agnant

El llibre d’Emma

Trad. de Anna Montero

Ed. 3i4, Barcelona, 2014, 147 pp.

 

Por Anna Rossell

¿Podemos escapar al fatídico legado de la historia? Ésta es la pregunta esencial que plantea esta magnífica novela de la haitiana Marie-Célie Agnant. A partir de una idea sencilla, Agnant es capaz de pergeñar una trama llena de emoción y densa en sabiduría, en un registro narrativo cercano a un tiempo a lo filosófico y a lo poético.

El llibre d’Emma narra la historia de una mujer haitiana que ha matado a su hija y ha sido recluida por ello en un manicomio en tierra de blancos, donde estudió, diagnosticada de enajenación después de haberle sido rechazada su tesis doctoral sobre la historia de la esclavitud. La técnica narrativa de la autora se sirve de esta situación para desarrollar la semblanza de la vida de la protagonista, que en su calidad de enferma debe someterse a sesiones de evaluación con el psiquiatra que lleva su caso. Un tercer personaje, la necesaria traductora -pues Emma se niega a expresarse en la lengua de los colonizadores-, también de origen haitiano, le sirve de contrapunto y contribuye a subrayar una de las grandes verdades que encierra la novela: que el desarraigo equivale a la pérdida de todo, que la conciencia identitaria es indispensable para cambiar el rumbo del destino, que persigue fatalmente a los descendientes de una estirpe, como una maldición.

El llibre d’Emma es pues esencialmente un largo monólogo, interrumpido en ocasiones por las reflexiones de la traductora acerca de sus sentimientos hacia Emma y el doctor MacLeod. Sin embargo el recuerdo retrospectivo de Emma puebla de otros personajes la trama narrativa -casi siempre mujeres-, que a su vez narran y dialogan con la protagonista, consiguiendo un efecto telescópico de historias, encajadas una en otra. Van desfilando así Nickolas Zankoffi, el amante de Emma; Fifi, la madre desapegada incapaz de amar; la tía Grazie, la tía-abuela Mattie y la abuela Rosa; Kilima y Tamú, la hija de ésta, entre otros, una palestra de figuras que, como los espejos de un caleidoscopio, se reflejan unas en otras para conformar una imagen poliédrica, matizada y completa. Vamos conociendo de este modo las razones de sus sentimientos, los motivos de su actuación, y se nos transmite, encadenada –en sentido literal y figurado-, la terrible historia de la esclavitud de África negra, la profunda huella que dejan el intenso dolor, la desesperación y la humillación, una huella transmitida a través de las generaciones como una fatal lacra que paradójica y dialécticamente sólo puede detenerse conociéndola. Inteligentemente, la novela no nos desvela la razón que ha movido a Emma a matar a su hija, precisamente esto provoca en el lector más preguntas cruciales que hacen de este libro un texto rico en enseñanzas que ayudan a madurar. No existen las verdades absolutas; lejos del maniqueísmo, el texto incita a la reflexión acerca de la locura y la lucidez, del sufrimiento físico y psicológico que conllevó la esclavitud, del padecimiento de ser mujer y negra, y de ser mujer, negra y esclava, del horror inherente a la brutalidad de la extirpación del alma por violación. Cuestiona la ilusión de la bella y amorosa maternidad a cualquier precio y, en definitiva, cuestiona qué es el verdadero amor y qué actuaciones humanas puede provocar el sentimiento amoroso o su contrario, el odio. Y hasta qué punto lo insufrible –lo insoportable- puede llevar al ser humano al límite y también a traspasarlo.

De crucial importancia es en la novela la transmisión de la historia a través de las generaciones, la conservación de la memoria identitaria no tanto para reivindicar venganza sino para su superación, memoria que en el texto perpetúa la línea femenina de la estirpe. El final, algo precipitado, superficial y edulcorado, no acorde con la abrumadora solidez de lo anterior, no desmerece sin embargo la calidad de un texto auténtico y sentido que forma parte de la buena literatura.

El llibre de Emma, a pesar de haber sido publicado en su lengua original, el francés, en 2001, por Les Éditions du menue-ménage, se inscribe en la tradición de lo que dio en llamarse la negritud, tendencia literaria surgida en los primeros años sesenta del siglo pasado, al principio de las independencias de los países africanos, con la que éstos, recién recuperada su soberanía, pretendieron sobreponerse al trauma de la colonización volviendo a las raíces de la propia cultura, en la línea de la senegalesa Ken Bugul o de la antillana Maryse Condé, presidenta además del Comité para la Memoria de la Esclavitud.

La novela se publicó en versión española en 2003 bajo el título de El libro de Emma (Ed. Txalaparta).

© Anna Rossell

(Publicado en Las nueve musas. Semanario de artes y humanidades: https://www.lasnuevemusas.com/transmitir-la-historia/

)

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