Chad, cuaderno de bitácora (1). Anotaciones de una médica española voluntaria en Chad

CHAD, CUADERNO DE BITÁCORA (1).
Anotaciones de una médica española voluntaria en Chad,

Anónimo

Llegamos al Chad el 7 de julio [de 2009] por la noche después de un periplo por los aeropuertos de Milán y Trípoli.
La fiebre por la gripe A ha llegado hasta África y en cada vuelo nos hicieron declarar que no habíamos tenido tos, ni fiebre ni ningún contacto con nadie que la hubiera tenido y en Trípoli además pasamos por un sensor de temperatura. Un trabajador del aeropuerto hasta se nos disculpó por el retraso que eso nos suponía, como si fuera el resto del pasaje negro el que podía transportar el virus y no nosotros.
Al día siguiente salimos hacia Doba en el bus de Madame la Presidenta. Todo el camino hasta Koumra está asfaltado ahora y eso ha mejorado muchísimo la comunicación. Parece que los conductores van ganando en experiencia y esta vez no atropellamos a ningún chadiano ni matamos ningún pollo.
El primer día en Goundi pasamos visita con Leopoldo, el médico jesuita chileno. Entre las 7 y las 13 h pasó por todos y cada uno de los pacientes hospitalizados (unos 70), hizo 7 u 8 ecografías y unas 35 visitas de consultorio con una punción lumbar incluida sobre la marcha y además operó una hernia incarcerada de un viejito que llegó con fiebre. Este hombre tiene una capacidad fuera de lo normal para la medicina, para trabajar y para todo en general, porque además es tremendamente culto. Es una delicia conversar con él; no se deja de aprender.
La verdad es que una se siento muy poca cosa ante el volumen de trabajo, la gravedad y crudeza de los cuadros clínicos y la naturalidad con la que se vive la muerte. Me abruma tener la sensación de molestar más que otra cosa, mi ignorancia en casi todo, la manera diferente de ejercer la medicina, la presión del imperativo de ser resolutivo por la urgencia de los casos y el volumen de pacientes a visitar.
El viernes 17 de julio llegó Francesc, el jesuita que se ocupa de la cirugía. Ha estado de vacaciones 2 meses en Barcelona. Es el descanso que hace cada 2 años; aquí no hay días de fiesta porque el domingo, aunque no hay cirugía programada, está de guardia. Y si no siempre hay cosas de mantenimiento pendientes, aparatos estropeados… Sabe de todo, cirugía de TODO tipo, electricidad, electrónica, mecánica de coches, saneamiento… y lo que no sabe, lo aprende. O eso, o el uso y el tiempo lo estropean todo y no funciona nada.
Visto el panorama, pronto hubo que dejar de lado los múltiples miedos y empezamos a hacer consultas externas en una consulta separada. Es difícil explicar a qué se tiene miedo en estas circunstancias, es miedo a no saber, a no entender, a mostrarse ignorante, a equivocarse, a hacer daño… Las dificultades son muchas, principalmente desentrañar lo importante entre los síntomas y malestares que expresa cada paciente y llegar a un diagnóstico, apoyándote sólo en esa historia clínica que antropológicamente resulta tan difícil de interpretar.
Hace un mes que debería estar lloviendo a diario y sólo lo hace una vez a la semana. La tierra es muy mala y sólo da cultivos de ciclo corto, cacahuete, mijo, mandioca, que necesitan de estas lluvias para crecer. La gente está preocupada; el cambio climático aquí ya significa comer o no comer.
Pese a las pocas lluvias, ha empezado la temporada del paludismo. Sin duda es el principal problema aquí, se lleva un montón de niños pequeñitos. El parásito produce una destrucción de glóbulos rojos, que los deja con unas anemias terribles en horas, ves como la vida se les escapa cada segundo que pasa, los minutos que se tardan en encontrar un donante compatible entre sus acompañantes se hacen eternos. Una transfusión y la primera dosis de quinina hacen que pasen de un estado comatoso a toda la vida de su tierna infancia en poco tiempo.
Los chadianos me enseñan mucho cada día sobre el sufrimiento. El dolor físico, las carencias, las ausencias, forman parte de su vida desde muy pronto. Y se van de la vida agarrándose a ella con todas las fuerzas que la experiencia les ha dado, que son muchas.
La verdad es que los misioneros suscitan una admiración infinita. Venir aquí 6 meses es una cosa, pasar 30 años no tiene nada que ver, habla de una fortaleza psicológica, una firmeza de voluntad y un amor al otro fuera de lo normal. La vida no es fácil. Comemos bien, pero no hay lugar para excesos de ningún tipo, uno se alimenta para trabajar..., las relaciones humanas son sólidas pero distantes, la gente está por el trabajo, por una realidad bien dura que con el tiempo debe hacer huir de la sensiblería...
Eso sí, no se me ocurre ningún sitio mejor para aprender medicina tropical y practicar una medicina integral. Uno no se puede permitir un no sé, o un en estas condiciones no se puede hacer nada. O haces algo o la gente se muere y si haces algo, a menudo, no se mueren. Hace unos días vi un parto de una primípara que llevaba varios días en casa, tenía todo el útero infectado, olía que apestaba. Pues el jesuita la vio llegar mientras él se dirigía a casa a comer, se la metió en la sala de partos, le hizo una sinfisiotomía parcial (una técnica que, sin hacer una cesárea, consigue 2 cm más de diámetro) y sacó al niño, que yo di ciertamente por muerto, bañado en aguas meconiales y pus ... El otro jesuita cogió el bebé, que estaba totalmente átono, blanco, pestilente, con un hematoma en el cuero cabelludo que se le debió llevar un cuarto de su sangre, empezó a aspirarle, a hacerle maniobras de reanimación y a estimularlo. El niño está vivo hoy. Con lo que sufrió para venir al mundo, seguro que va a tener muchas secuelas, pero él pelea como un jabato para quedarse. No es el único que tendrá que seguir adelante con las huellas que su difícil nacimiento dejó en él. Aquí no hay respiradores, ni incubadoras ni nada que se le parezca, así que no es que pusiera en práctica unas medidas extraordinarias. Se trata de tomarse en serio el trabajo, de no caer en la desidia y que el desánimo no te pueda. No os podéis imaginar las cosas que llegan a hacer, la complejidad de los problemas que se atreven a tratar y el rigor científico con el que lo hacen. Una aproximación superficial (la mía el año pasado) te hace caer en la tentación de poner en tela de juicio algunos aspectos de su manera de trabajar, cuestionar si su actuación está o no basada siempre en la evidencia científica. Hoy sólo puedo quitarme el sombrero, intentar que se me pegue algo y ponerme a su disposición.
Es cierto que nuestras relaciones se limitan casi sólo a los misioneros de las distintas congregaciones. Con los chadianos, hasta el momento, el abismo cultural y lingüístico es tal, que la relación casi se limita sólo a las cuestiones técnicas del hospital, cosas prácticas con los trabajadores de la casa... No sé si el tiempo cambiará eso. Son muchísimos los contrastes que el día a día pone de manifiesto. Algunos resultan graciosos, como el hecho de que la diferente concepción espacial haga que a veces los mangos de las puertas abran hacia arriba y no hacia

abajo, que las jaboneras se coloquen en vertical en vez de en horizontal, de manera que te encuentras el jabón haciendo equilibrios en un quicio de 1’5 centímetros, en vez de cómodamente asentado en la amplia superficie que en otros lares le habíamos asignado. Otras veces estas diferencias ponen a prueba nuestra paciencia, nuestra capacidad de comprensión y aceptación. Hay que respetarlas. No hay que olvidar que aquí nosotros somos los invitados.
Los domingos solemos ir al mercado. Junto a las películas nocturnas, la lectura y el ratito de internet, es nuestro entretenimiento. Esta vez hemos paseado por la zona de venta de ganado. Es territorio de hombres, sobre todo árabes, que son los que se dedican fundamentalmente a la ganadería. Así que un grupo de cinco nassaras (como nos llaman a los blancos), dos de ellos mujeres, cantaba como una almeja. Es difícil habituarse a ser siempre el blanco (nunca mejor dicho) de todas las miradas, pero esta vez nos lo hemos ganado a pulso. Era una visita que merecía la pena no perderse.
En el Chad, dejando de lado las luchas por el poder, es la división entre agricultores y ganaderos, la fuente principal de los conflictos. No es un enfrentamiento religioso. Lo poco que da la tierra es fruto de un trabajo muy penoso, manual y lento. Los grandes rebaños descontrolados de bueyes o cabras arrasan todo lo que encuentran a su paso. Son los árabes nómadas del norte, los que los dirigen. En cambio, los árabes asentados en pueblos y ciudades conviven sin problema con musulmanes de otras etnias, animistas y cristianos, si bien es cierto que no hay demasiada interacción.
En cualquier caso, un paseo siempre es terapéutico. Las caras de los niños que salen a tu encuentro, que te piden simplemente un saludo o que les des la mano, ofreciéndote la mejor de sus sonrisas, no tiene precio. Un blanco es un acontecimiento. Debe ser comparable a darle la mano a Micky Mouse en Disneyworld.

(La autora es médica voluntaria en Chad desde julio de 2009)