JAVIER VALDEZ CÁRDENAS, MENSAJERO DE LA ESPERANZA ASESINADO
Por Anna Rossell
«Luz, más luz», estas fueron las últimas palabras del gran escritor alemán universal Johann Wolfgang Goethe. Luz era lo que, en palabras de Héctor Guerrero -fotoperiodista mexicano-, Javier Valdez ponía «sobre historias en la sombra» (artículo publicado en Reverso, 15 de mayo 2017). Y como en una premonición de muerte anunciada, que Valdez asumía, afirmaba: «Quiero quedarme hasta el final para apagar la luz». Y sí, se quedó hasta el final, luchó hasta el final, y estaba “a la espera de que llegara ese día”, porque era más fuerte su compromiso que el miedo, decía. Pero la luz no la apagó, la luz se ha encendido tras su muerte más que nunca, y la ha encendido él; la enciende cada periodista que es asesinado en México y en cualquier parte del mundo por ser un cronista comprometido con la verdad, por ser alguien que practica su profesión con honradez y se entiende a sí mismo como un ser humano digno. La dignidad, esa condición…
Y hace falta mucha convicción y mucha dignidad para llevar a cabo la lucha que Javier Valdez Cárdenas desarrolló, pertinaz, en el entorno en el que vivía y trabajaba, mucha valentía, a pesar de que decía que no se consideraba «una persona valiente ni un héroe, sino alguien que tiene dignidad». Todo un ejemplo, y no es el único. Son muchos y muchas quienes creen que únicamente así la vida tiene sentido. Lamentablemente la fuerza bruta, aunque existente en minoría, se impone. Por su brutalidad, se impone. Pero sabemos de la condición humana -no solo de brutalidad vive el hombre- también vive (sobre todo) de inteligencia sensible: David venció a Goliat –más vale maña que fuerza-. Matarán a uno, a muchos, pero el ejemplo cunde, y este, este ejemplo, el de Javier Valdez y de tantos otros como él, es el que da vida y esperanza y cunde entre jóvenes que toman y seguirán tomando su testigo.
«Tengo que escribir lo que veo y lo que escucho, tengo que levantar la voz para que sepan que el narco es una plaga, un devorador que traga niños y mujeres, devora ilusiones y familias enteras», escribió Javier Valdez.
«Como sociedad tenemos mucho que hacer. Si como periodistas contamos las historias con esta otra mirada humana, de heroicidad, de la sobrevivencia, de no rendirse, inyectamos esperanzas. Ya estuvo bueno de actuar indiferentes y de hacer como que la muerte pasa de largo y que esto no me va a suceder a mí. Hay que volver a indignarnos frente a tanta tragedia y recuperar las calles», eran sus palabras.
Javier dijo también: «Al buen periodismo le hace falta una sociedad que lo acompañe». Él contribuyó a crear esta sociedad.
Nos queda de él todo y tantos libros: Con una granada en la boca, Los morros del narco, Malayerba, Miss Narco, Huérfanos del narco, Narcoperiodismo, Los huérfanos del narco…
Gracias Javier, gracias a tantos.
Anna Rossell