Nueva reseña de Anna Rossell en Quimera. Revista de literatura

  • Portada de la novela El pasajero, de Ulrich Alexander Boschwitz

Anna Rossell, La barbarie desatada. Ulrich Alexander Boschwitz, El pasajero, en: Quimera. Revista de literatura, núm. 427-428, julio-agosto, 2019.

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LA BARBARIE DESATADA

Ulrich Alexander Boschwitz

El pasajero

Traducción de José Aníbal Campos

Editorial Sexto Piso, 2019, 245 págs.

Un descubrimiento esta novela de Ulrich A. Boschwitz (Berlín, 1915- Océano Atlántico, 1942), que por casualidad fue rescatada por Peter Graf y publicada en 2018 en alemán, su lengua original. Con la muerte en los talones, el autor, de ascendencia judía, escribe en cuatro semanas El Pasajero (Der Reisende), que en 1939 vio la luz en Londres (The Man that Took Trains, ed. Hamish Hamilton) y en 1940 (The Fugitive, ed. Harper).

Aprobadas las «Leyes Raciales» de Núremberg, Boschwitz, consigue huir de Alemania en 1935. Como tantos otros judíos y opositores nazis vive el calvario del éxodo por diversos países, en su caso Suecia, Noruega, Francia, Luxemburgo, Bélgica e Inglaterra. En la Isla de Man, en un campo de internamiento, y deportado en 1940 a Australia en el buque Dunera, tristemente célebre por el maltrato que se dio a los pasajeros, el autor logra embarcarse de vuelta a Gran Bretaña y muere en la travesía por un bombardeo.

A raíz de los pogromos de 1938, la novela recrea con asombrosa maestría la acelerada deshumanización de la sociedad alemana, las expropiaciones, el acoso y la persecución de los judíos del Reich, que, en palabras del protagonista, «no es más que un enorme campo de concentración».

Boschwitz, que manifestó más aprecio por su mecanoscrito que por su vida, quiso documentar la atormentada angustia de los judíos que de un día para otro quedaron atrapados en su país, desposeídos de sus derechos y de su medio de vida sin otra perspectiva que la detención y la muerte. El autor plasma su propia experiencia, recreando la degeneración social y sus efectos en el perseguido, que ve convertida su existencia en un infierno sin esperanza.

Otto Silbermann, el personaje principal, reúne rasgos autobiográficos de Boschwitz: como el padre del autor, es un adinerado comerciante alemán; como el autor, judío asimilado, adquiere conciencia de su origen por la persecución nazi; como el autor, intenta salir del país demasiado tarde; como el autor, protagoniza un intento frustrado de salir de Alemania. Tras la violenta irrupción de las SA en su domicilio y ante la expectativa de su detención, cuando en su entorno estas se practican a diario, el protagonista huye, dejando a su esposa, aria. Cerradas las fronteras, se convierte en un errático eterno pasajero de trenes que busca, desesperado, librarse inútilmente de un fatal destino, que solo puede postergar.

Con pasmosa genialidad, Boschwitz transmite la desazón de su personaje como si se encontrara en su piel, aunque ello no suceda por empatía —Silbermann no es precisamente un dechado de virtudes—, sino por la combinación de las técnicas narrativas que aplica. La novela no está escrita en primera persona; un narrador omnisciente logra el distanciamiento que la objetividad reclama, pero el frecuente uso del estilo indirecto libre y del constante monólogo interior que refleja la inquietante zozobra del personaje, al final rayana en la locura, consiguen contagiarnos del frenético ritmo de los cinco o seis días en que se desarrolla la acción.

Buena parte de la historia sucede en trenes, lo que da pie al autor a desplegar un amplio espectro de personajes, que dan cuenta de una sociedad sumida en el terror. Boschwitz no cae en el maniqueísmo: hay de todo entre los arios, y su héroe judío manifiesta en ocasiones actitudes antijudías. Este es otro de los grandes méritos del libro, que apunta al peligro de los totalitarismos.

Boschwitz es autor de otra novela, Menschen neben dem Leben (Gente al margen de la vida), escrita en Suecia y publicada en sueco en 1937 (ed. Bonnier), no traducida al español. Su legado se conserva en el Leo Baeck Institute Center for Jewish History de Nueva York, con excepción del mecanoscrito de El pasajero, que se depositó a finales de 1960 en el Archivo del Exilio Alemán de la Biblioteca Nacional de Alemania, en Fráncfort del Meno.

El posfacio, de Peter Graf, da cuenta de la trayectoria y del tratamiento de la edición.

© Anna Rossell

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